Hoy he sido
consciente de una noticia, de estas de la vida cotidiana. Una de
estas que no afectan a nadie más que a uno mismo. Un amigo vuelve a
casa, a esta tierra; aunque tierra sea ésta, o ninguna, o la quieran
reconocer (o no) como país; o acaso no sea más que polvoque decía el poeta. Un amigo vuelve a casa desde el infierno (¿El
infierno?); al menos, un país con unas condiciones sociales mucho
peores que las nuestras. Pero se ve perjudicado, tiembla al verse
temblar, al ver que su país se quiera siquiera acercar a eso.
Seguramente no reconozca que es su tierra (yo tampoco lo haría) y
sin embargo, eso revelan sus palabras, que las hago mías.
Él viene dispuesto a luchar, como Quijote desenfrenado, ignorando la derrota: la derrota no previsible, sino presente. Le comprendo. No hace mucho estuve como él, en esa situación. Con ese fuego bárbaro, un fuego que rápidamente me frustró y acabó conmigo. Un fuego que me hizo recordar la miseria de lo humano, entre ruidos, porrazos y pelotas. El 25-S, no ha llovido ni nada, fue una derrota más allá de lo campal.
Él viene dispuesto a luchar, como Quijote desenfrenado, ignorando la derrota: la derrota no previsible, sino presente. Le comprendo. No hace mucho estuve como él, en esa situación. Con ese fuego bárbaro, un fuego que rápidamente me frustró y acabó conmigo. Un fuego que me hizo recordar la miseria de lo humano, entre ruidos, porrazos y pelotas. El 25-S, no ha llovido ni nada, fue una derrota más allá de lo campal.
Quiero
gritarle (qué mierda, se lo digo por correo electrónico) que no se
esfuerce, que no luche. Que
todo esfuerzo es en vano. Que hemos nacido para ser vencidos.
Vencidos. Casi da vergüenza, compararse con el otros vencidos. Con la Casa de la Moneda siendo asediada, ardiendo. Con el argentino
abatido por el rifle del señor Barriendos.
Con Sacco, Vanzetti, Puig Antich; con esos que dieron todo, y aún sequedaron con ganas de más.
A lo mejor me equivoco. Todavía podemos dar mucho más. Todavía somos pasto de las llamas, aún el fuego está por arder. Ya se sabe, cuanto más vieja layesca, más fácil se prenderá. Sí, que venga. Que afile su espada, su coraza, su memoria. Que agudize su inteligencia. Vamos a cazar orcos, decía aquel.
A lo mejor me equivoco. Todavía podemos dar mucho más. Todavía somos pasto de las llamas, aún el fuego está por arder. Ya se sabe, cuanto más vieja layesca, más fácil se prenderá. Sí, que venga. Que afile su espada, su coraza, su memoria. Que agudize su inteligencia. Vamos a cazar orcos, decía aquel.
Qué
tontería la negatividad, ¿Verdad?
Acabo
con un poema:
Dialéctica del espejismo y
el retrato
I
Abandonando
en la soledad el sexo de la
lana,
camino de la
libertad frugal de la
esperanza,
camino de Avalon,
la isla nublada,
la
que esconde los miedos pero alberga sonrisas,
me
detengo, satisfecho.
Albergando
el precio del alma,
la venta y el coste,
la
necesidad de holocausto
fingido,
sobornando
la moral, la memoria,
regateando
la linea de meta de la
inconsciencia,
me
paro, y como una manzana miedosa.
Me
quedo seco ante las lápidas doradas,
pensando
como sufren los que viven
y
que ricos los que se han ido
¡Breve espejismo del depredador!
Pues
a la marcha sólo le acompaña la muerte
pero
a la vida le acompañamos todos.
Con
sonrisas, lágrimas, pero todos aúllan.
Las
fresas débiles caen y salpican sangre incontinente,
no
dejan nada para que se rían los lobos negros de la
incoherencia.
Mientras
tanto, la rapaz esdrújula se estrella contra un muro de bronce,
el
cínico licńatropo pierde la paciencia al verse atrapado,
el
fuego ruge sigiloso ante sus propias cenizas,
Anibal
siente asco ante el ruido del silenciador.
Mi
memoria vomita patrañas,
patrañas
monstruosas,
como
el sueño de la
razón,
¿Dónde
estaré mañana, si no es entre tus brazos?
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